Cómo detectar la información falsa y evitar difundirla durante una pandemia

COVID-19 ha sido clasificada como pandemia por la Organización Mundial de la Salud (OMS) debido a que es una enfermedad epidémica que se extiende a varios países del mundo de forma simultánea. Sin embargo, según la Asociación Panamericana de la Salud (APS), esta clasificación puede dar lugar a una incomprensión de la situación, provocando un miedo irracional y resignación injustificadas a perder la batalla, provocando estrés innecesario. El entendimiento incorrecto y la desinformación generan pánico, que, a su vez, entorpece el mantenimiento de las medidas de contención y prevención.

En un esfuerzo por detener la desinformación y promover una sociedad informada, la Universidad de Washington (UW) creó el Centro para un Público Informado (CPI), cuyo objetivo es traducir la investigación sobre la desinformación e información falsa en estrategias políticas, diseño de tecnología y compromiso público que acorten la brecha entre la investigación y su implementación. Este Centro trabaja desde un equipo interdisciplinario en el que participan la Escuela de Información, Diseño e Ingeniería centrado en las Personas y la Escuela de Leyes, en colaboración con el Programa de Liderazgo en Comunicación de la UW. Con el eje central de mantener al público informado, el CPI trabaja con investigación, educación, políticas y compromiso. Con la investigación para identificar cómo la desinformación e información errónea fluye a través de los sistemas modernos, se traduce en valores, creencias y acciones y cómo es posible intervenir para promover una sociedad informada. Desde la educación, el CPI forma una nueva generación de profesionistas en la intersección entre sistemas de información, comportamiento humano, comunicación y política. El CPI identifica problemas políticos alrededor de la desinformación y trabaja en generar marcos legales para la intervención.

Organizaciones como el CPI y diversas plataformas, son de suma importancia para la sociedad, especialmente durante una pandemia como la que estamos viviendo hoy en día, donde la desinformación e información errónea abundan y se difunde de manera desmedida. Parte de la investigación que realiza el CPI, se centra en la detección de la dinámica del flujo de la desinformación en redes sociales para el desarrollo de algoritmos que lo detecten automáticamente y desarrollar estrategias para detenerlo. Similarmente, en el Centro para la Democracia Informada y la Ciber Seguridad Social (IDEAS), de la Universidad de Carnegie Mellon, se realiza investigación sobre la desinformación, discursos de odio, cyber-bullying (ciber-acoso) y amenazas para avanzar en la ciencia de la ciber-seguridad social. De hecho, existe una página de IDEAS dedicada a la desinformación e información errónea alrededor del COVID-19. La desinformación en situaciones de crisis provoca el esparcimiento de rumores y la generación de ansiedad colectiva. En una entrevista reciente a dos investigadoras del CPI, se menciona que la desinformación es dominante en momentos de crisis debido a que las personas participan en su difusión con buena intención y de manera altruista. Es en momentos de incertidumbre cuando aumenta la ansiedad y se forma la intención colectiva de darle sentido a la situación. Además, en ocasiones, la población recibe información contradictoria por parte de organizaciones científicas y actores políticos, lo que contribuye a la desconfianza. Algunos gobiernos pueden optar por esconder información con el fin de disminuir la ansiedad colectiva, poniendo en riesgo a la población y dando lugar al aumento de la difusión de información errónea.

Cuando una fuente oficial de información se vuelve desconfiable, se establece el ambiente idóneo para el esparcimiento de especulaciones infundadas, según un reporte reciente. Ello tiene consecuencias en el consumo de productos que estafan al consumidor, como aquellos que sugieren prevenir o curar la infección por COVID-19; o bien, productos de consumo personal en elevadas cantidades, produciendo el desabasto. Para reconocer la información verídica de aquella que no lo es, es recomendable:

  • Identificar la fuente
  • Si la información produce sentimientos de ansiedad
  • Si incluye remedios sencillos, rumores, tratamientos milagrosos y teorías conspirativas sin base científica

Para la comunidad académica, las organizaciones como el CPI son esenciales. En especial, la comunidad académica científica frecuentemente se ve demeritada ante la gran cantidad de desinformación y de la información contradictoria que puede estar siendo brindada por funcionarios públicos. Existe aún una brecha entre la publicación de reportes científicos y la manera en la que ésta llega al público no especializado. Tomando en cuenta, además, que para la difusión de información científica la calidad del reporte del que se deriva la información no siempre es debidamente evaluada. Debido a esto, las fuentes confiables de información pueden perder credibilidad. La investigación en la estructura del flujo de noticias “scam” (fraudulentas) y el desarrollo de estrategias tecnológicas para detenerlo, son pilares en la diseminación de información confiable producida en centros de investigación de universidades renombradas. Además, el entendimiento de los detonantes detrás del esparcimiento de rumores e información imprecisa permite identificar oportunamente poblaciones susceptibles y establecer tácticas para prevenir el flujo de desinformación.

Dado que no habíamos vivido una pandemia en la era de las redes sociales, el uso de éstas es crítico para entender el tipo de información que está siendo compartida y las creencias de las personas, según Mark Dredze, un científico computacional de la Universidad de Johns Hopkins. De esta manera, se pueden realizar comunicados que den a conocer instancias gubernamentales y autoridades sanitarias y científicas en el tema para atacar la información específica y convertir a las redes sociales en herramientas que ayuden a combatir la desinformación. Actualmente, la información sobre el distanciamiento social y la cuarentena han sido ampliamente difundidos a través de estos medios; además de facilitar información que no es factible encontrar en las noticias y otras fuentes, como el listado de tiendas abiertas, servicios y productos en línea, etcétera.

Para poder evitar la difusión de desinformación e información errónea durante una pandemia es necesaria la investigación científica sobre el origen del flujo de información, el desarrollo de estrategias que ayuden a aminorarla y el conocimiento de las principales preocupaciones de la población a través de las redes sociales. De esta manera, se podrán crear y difundir canales confiables con información puntual y veraz dirigida a atacar rumores y creencias específicas, promoviendo la cultura de la información entre la población para beneficio de la misma.

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